Hoy he tenido que comprar un billete de autobús por internet. Y la verdad, cada día es más difícil. Primero, el web se comunica con la pasarela de pago. En ese momento recibo una llamada de teléfono de seguridad, en el móvil, que me indica que tecleé mi número de seguridad seguido de un asterisco. No me doy cuenta que al pulsar una tecla del móvil el correspondiente número no ha salido, por lo que al intentar borrar, me ha dado error y he tenido que volver a empezar.
A la segunda ya ha sido la vencida. Me tengo que imprimir el billete que ocupa una hoja entera a todo color. Y la compañía de autobuses, con toda su cara, me cobra 0,90 € por gastos de gestión. Es decir, que comprarlo desde mi casa en lugar de en ventanilla, me cuesta casi un euro más caro, tras gastar tinta de impresora (que no es barata), papel, tiempo, el ADSL más caro y malo de Europa y nervios.
España es diferente, como se dice. Mientras que en otros países incluso se eliminan impuestos para aquellas transacciones realizadas online, aquí no sólo no se hace eso, sino que te sale, entre todo, más caro. Y luego se gastarán una millonada en campañas publicitarias inútiles que sólo sirven para que la agencia encargada de la misma se lo lleve calentito y en planes avanza y similares. Impresionante.